La neuropsicología cada vez se va abriendo más campos de intervención en el ámbito clínico y más concretamente en el hospitalario.
El neuropsicólogo participa ya de manera casi general en las Unidades de Demencias, Epilepsia o Parkinson distribuidas por los principales centros hospitalarios de nuestro país. Poco a poco van apareciendo también en Unidades de Enfermedades desmielinizantes o de Esclerosis Múltiple y los campos de intervención siguen creciendo a medida que su función va produciendo resultados útiles y satisfactorios a los profesionales de la medicina que solicitan sus servicios. Muchos de estos neuropsicólogos se han convertido en figuras indispensables dentro de sus unidades, siendo defendidos e incluso promocionados por los neurólogos con los que colaboran.
Fruto de este trabajo han ido surgiendo nuevas oportunidades de intervención en las que los neuropsicólogos han sido demandados y en este caso quiero referirme a la neurocirugía y más concretamente a la cirugía de paciente despierto.
En nuestro caso, desde el año pasado hemos comenzado a participar en el grupo de Cirugía en paciente despierto del Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz, colaborando en varias intervenciones quirúrgicas en las que hemos ofrecido nuestros servicios. Nuestras funciones como neuropsicólogos eran primordiales para que se llevaran a cabo este tipo de intervenciones y los protocolos a realizar venían claramente determinados por los instrumentos, conocimientos y funciones que el mundo de la neuropsicología podía aportar.
El papel del psicólogo en la cirugía de paciente despierto
Pero no es de eso de lo que quiero hablar en este artículo, sino de algo quizás más sencillo pero también incluso más apasionante como es el papel del psicólogo en la cirugía del paciente despierto. Desde que comenzamos a aproximarnos a esta nueva labor nos dimos cuenta de que, cuando una persona va a ser sometida a una cirugía de estas características se encuentra ante una realidad que le supera y que provoca una enorme vulnerabilidad emocional sobre todo en el quirófano.
Quizás porque nosotros éramos “agentes externos” dentro del mismo, pudimos percibir la “soledad” del paciente y la necesidad de acompañamiento que ni siquiera se atrevía a demandar. Si nos ponemos en su lugar no es difícil entender que estás dentro de un quirófano equipado con los últimos adelantos, rodeado de un montón de profesionales que están ahí exclusivamente para salvarte la vida y que por tanto, tus miedos o tus angustias no tienen importancia en ese momento y te toca tragártelos y aguantar como mejor puedas para no molestar. Esa lucha interior se hará más intensa en todos los momentos en los que, estando despierto, no se le está pidiendo que participe más que “estándose quieto”.
Por eso, para nosotros que entrábamos a observar con “ojos de neuropsicólogo” en quirófano para aprender sus funciones, no pudimos evitar que los “ojos de psicólogo” no permanecieran cerrados y descubrieran la enorme importancia que su labor podía ofrecer durante toda la intervención.
Así decidimos que nuestra presencia en el quirófano no debía limitarse únicamente a los momentos en los que hay que pasar las pruebas neuropsicológicas seleccionadas previamente, sino a todo el tiempo en el que el paciente esté en el quirófano.
El psicólogo en el quirófano se convierte así en su compañero, en su aliado, en alguien que, mientras los demás están ocupados en su cerebro, él está ocupado en el paciente.
Creo que no existe otro lugar en el que se valore más el simple gesto de ofrecer una mano a la que agarrarse. El vínculo afectivo y personal que el paciente crea con esa persona que lo acompaña alcanza una intensidad tan bonita como terapéutica.
Hemos percibido como el paciente se siente más seguro, más valiente, más fuerte y más confiado por el hecho, simplemente, de estar a su lado y cubrir necesidades tan básicas y sencillas como rascarle donde él o ella no puede por la falta de movilidad, secar sus lágrimas si aparecen, mojar sus labios cuando se le resecan o prestar su mano para recibir el apretón de la suya cuando aumenta la ansiedad y necesita apaciguarla de algún modo.
Como veis nada de esto es urgente o primordial: eso está ocurriendo al otro lado de la sábana, y como he dicho también el paciente lo sabe, pero hay veces en las que no sólo lo urgente es importante y merece la pena tratarlo con la misma delicadeza, con la misma pasión y la misma profesionalidad.
Ser psicólogo es una vocación y consiste en hacerle ver a la persona que es importante y que merece ser feliz y luchar por conseguirlo. Por eso, cuando llega al quirófano encuentra claramente su labor: centrarse en lo más importante que hay allí… La Persona… y hacer, simplemente, aquello que le gustaría que hicieran con él.