La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad cada vez más conocida y, por tanto cada vez más temida, ya que actualmente no existe tratamiento médico para revertir el proceso degenerativo.
El mundo de la psicología y, concretamente la neuropsicología se ha erigido como la principal herramienta terapéutica para enlentecer el proceso, consiguiendo resultados muchas veces sorprendentes. La estimulación cognitiva mediante programas de ejercicios en los que se entrenan las principales áreas cognitivas (memoria, atención, lenguaje, funciones ejecutivas, etc…) son cada vez más utilizadas y eso está permitiendo que los profesionales desarrollemos su potencial a niveles desconocidos hasta el momento, consiguiendo una gran calidad de vida prolongada en el paciente durante años a pesar de padecer la enfermedad de Alzheimer a temprana edad.
Pero hoy quiero hablaros de otro importante aspecto: la manera en la que afrontamos nuestra vida. Sí, como psicólogo, durante años han llegado a mi consulta pacientes que padecen trastornos emocionales o incluso funcionales por las circunstancias de vida y, de la mano de la psicología, he podido acompañarlos en un camino de descubrimiento en el que son conscientes de que en realidad “la vida no es aquello que me pasa, si no la manera en la que vivo las cosas que me pasan”.
Pues bien, un estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Yale en New Haven (EE.UU.) se propuso conocer la incidencia que las creencias (positivas o negativas) sobre la edad tienen en la posibilidad de padecer Enfermedad de Alzheimer.
El objetivo del estudio fue analizar si las creencias sociales o culturales sobre la edad influyen significativamente en el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer en las personas mayores. El estudio consistió en evaluar a 4.765 personas, cuya media de edad superaba los 70 años, que no padecían alzhéimer ni ningún otro tipo de demencia en el momento en el que se valoraban sus creencias o actitudes frente al envejecimiento. Además, en esa valoración, se encontraron con que un 26% de los participantes portaban la variante genética ‘ApoE4’, lo que multiplica en quien posee esa variante la posibilidad de padecer la enfermedad de Alzheimer.
Lo que se observó es que los participantes que tenían más creencias negativas sobre el envejecimiento mostraron una disminución más marcada del volumen del hipocampo (una parte del cerebro crucial para la memoria).
Gracias a que los participantes fueron sacados del Baltimore Longitudinal Study of Aging (la investigación más larga que se está haciendo sobre el envejecimiento en Estados Unidos), pudieron analizarse personas estudiadas ya fallecidas. Así, se utilizaron autopsias cerebrales para examinar otros dos indicadores del Alzheimer: placas amiloides (grupos de proteínas que se acumulan entre las células cerebrales) y ovillos neurofibrilares (que son hebras retorcidas de proteínas que se acumulan dentro de las células cerebrales). Los participantes con más creencias negativas sobre el envejecimiento tenían un número significativamente mayor de placas y ovillos
No sé si los resultados sorprenden o no, pero la realidad es que los resultados que obtuvieron indicaban que presentar una actitud positiva reducía al 2,7% el riesgo de padecer la enfermedad mientras que un actitud negativa la elevaba al 6,1%.
Por tanto, si queremos cuidarnos, cuidemos nuestros pensamientos. No nos dejemos intoxicar por el pesimismo, por la decepción o la resignación.
La diferencia entre un drama y una película de aventuras no la hace la magnitud del problema, sino la actitud del protagonista. Vivamos la vida como una aventura, afrontemos así cada problema, cada dificultad, cada día. Seamos aventureros de nuestra propia vida prestando más atención a agradecer los regalos que nos quedan más que a quejarnos por los que ya perdimos o vamos a perder.
En neuroacciona estaremos encantados de poder ayudarte en esa maravillosa aventura que no es otra que disfrutar de nosotros mismos y de los que nos rodean.